En una reciente entrevista, el árbitro peruano Bruno Pérez rompió su silencio para abordar las críticas sobre su desempeño en el fútbol peruano, negando cualquier favoritismo hacia Universitario de Deportes en su temporada del centenario. Pérez, árbitro FIFA, también se refirió a una polémica jugada en la que no expulsó al defensa William Riveros en un partido entre Universitario y Melgar, reconociendo que se trataba de una tarjeta roja que no mostró por no haber visto el incidente en el momento.
La jugada polémica: un error de perspectiva
Durante su conversación en el programa deportivo ‘Entre Ceja y Ceja’, Pérez explicó que no pudo ver de forma clara el momento en que Riveros le tiró el balón en señal de protesta, ya que se encontraba de espaldas en ese instante. A pesar de ello, reconoció que, al revisar la jugada en su casa, se dio cuenta de que debió haber expulsado al jugador de Universitario. “Yo me pierdo el detalle, porque me encuentro de espalda y de costado cuando hace eso. Entonces, yo no veo cómo me tira el balón. Cuando lo veo en mi casa, obviamente sí era roja”, detalló el árbitro.
Este episodio desató una ola de críticas por parte de los aficionados y medios de comunicación, que cuestionaron su decisión. Sin embargo, Pérez defendió su posición al señalar que, aunque los hinchas pueden evaluar una jugada desde la televisión, no siempre es posible que el árbitro vea todo en el campo. “Las personas ven por televisión la jugada y critican, pero no es justo. Evalúame si yo la vi, pero no la vi”, expresó el réferi.
La Conar y el centenario de Universitario
Una de las principales acusaciones contra el cuerpo arbitral peruano en esta temporada ha sido el supuesto favorecimiento a Universitario en el marco de su centenario. Ante esto, Bruno Pérez fue contundente al desmentir cualquier influencia externa para beneficiar al club. “No, no hay forma. El centenario es del equipo, no es mi centenario. Si yo fallo, me castigan, y si me castigan, no cobro. Eso afecta a mi familia directamente”, declaró.
Pérez destacó la presión constante a la que están sometidos los árbitros, quienes son criticados duramente por sus errores, mientras que sus buenas decisiones suelen pasar desapercibidas. “Difícilmente van a decir que el árbitro es justo. Te van a señalar el error que cometiste en una jugada y se agarran de eso”, comentó.
Amenazas a su familia: una grave consecuencia del arbitraje
El arbitraje no solo conlleva críticas en el terreno profesional, sino que también puede afectar la vida personal de los árbitros. En su entrevista, Bruno Pérez reveló que tanto él como sus hijos han recibido amenazas de parte de aficionados descontentos con su trabajo, especialmente antes de una final por el título nacional. “En la final llegaron amenazas a mí, al celular de mis hijos. La gente no piensa que el árbitro tiene familia. ¿Qué haces amenazando a un niño? Es ilógico, eso sí da cólera”, expresó con indignación.
Estas revelaciones reflejan una realidad oscura del fútbol peruano, donde el árbitro, más allá de ser un simple actor en el campo, puede verse afectado de manera directa en su vida personal. Las amenazas, que han alcanzado incluso a su familia, ponen en evidencia la gravedad de la situación que enfrentan los jueces en este deporte.
Reflexiones sobre el arbitraje en Perú
El caso de Bruno Pérez pone en discusión el constante cuestionamiento hacia el arbitraje en el fútbol peruano. Las críticas hacia los árbitros, como en el caso de Pérez, evidencian la falta de comprensión y empatía por parte de los aficionados, quienes muchas veces no consideran la presión y las dificultades que conlleva la tarea arbitral. Además, la violencia verbal y las amenazas que reciben, tanto ellos como sus seres queridos, muestran una faceta preocupante que trasciende lo deportivo.
Pérez, con sus declaraciones, no solo desmiente las acusaciones de favoritismo hacia Universitario, sino que también deja en claro que los árbitros son profesionales que deben lidiar con errores humanos y las consecuencias de los mismos. Las decisiones en el campo pueden tener repercusiones más allá del juego, afectando a sus familias y exponiéndolos a una situación de vulnerabilidad que pocos llegan a entender.